martes, 12 de septiembre de 2023

7 de mayo de 1807. Poema. Epitafio de Juan Nepomuceno Mier y Altamirano en honor al canónigo y maestro Juan Antonio Bruno.

Este es el mensaje y el epitafio que Juan Nepomuceno Mier y Altamirano, identificado con el anagrama Maromani Altieri, envió al editor del Diario de México luego de la muerte del doctor y maestro Juan Antonio Bruno, dignidad de maestreescuela de la Santa Iglesia Metropolitana y carcelario de la Real Universidad, nacido en la Villa del Moral de Calatrava, España, llegado a la Nueva España en 1772, y fallecido allí el 23 de abril de 1807 a las once y media de la mañana, antes de cumplir 61 años.

Si el honor y la gloria son la justa recompensa de las bellas acciones, el hombre benéfico, compasivo, vivamente sensible a las desgracias de sus semejantes, y  pronto a remediarlas, es sin duda digno de nuestros eternos elogios. He aquí un  un retrato fiel del difunto canónigo Dr. y Mtro. Don Juan Bruno. Las lágrimas de una multitud de pobres, entre quienes distribuía generosamente sus cuantiosas  rentas, privándose muchas veces aun de lo necesario, para el esplendor de su carácter, serán en todos tiempos un ilustre testimonio de su inagotable beneficencia. El  necesitado, el  huérfano y la viuda encontraron siempre en su tierno y caritativo corazón un hermano, un padre y un esposo que consolaba sus miserias. Bajo esta idea ofrezco a usted, señor editor, ese epitafio, que supongo grabado sobre el  mármol que cubre sus respetables cenizas. 

Epitaphium.

Quaeritis? En Fratis, Sponsi, tenerique parentis
tristes exuvias, urna sed una tegit.
In miseros uno tales sub pectore junxit
affectus pietas: Hic BRUNO nempé faces.

Versión

¿Deseas saber, piadoso caminante,
qué contiene ese túmulo funesto?
De un tierno padre, de un esposo amante,
y de un hermano el miserable resto:
tal conjunto de afectos, es constante,
que en solo un corazón estaba puesto
en favor del más pobre y desvalido... 
Yace aquí BRUNO a polvo reducido.

Maromani Altieri. 
Diario de México, jueves 7 de mayo de 1807.

Epitafio en honor al canónigo, doctor y maestro, Juan Antonio Bruno, dignidad de maestreescuela de la Santa Iglesia Metropolitana y carcelario de la Real Universidad, fallecido antes de cumplir 61 años, el 23 de abril de 1807.

El licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano (1780-1845), además de abogado y juez, fue un poeta que publicó varios poemas y los firmó tanto con su nombre completo, como con las iniciales J. N. M. A., o con el anagrama Maromani Altieri.






25 de marzo de 1807. Poema. Soneto de Juan Nepomuceno Mier y Altamirano titulado «Verbum caro factum est, et habitavit in nobis».

Verbum caro factum est, et habitavit in nobis.  
Joan. Cap. 1.


¡Infeliz primer hombre! Tu existencia
será el funesto don de un Dios airado,
la maldicón, la muerte, y el pecado,
dejarás a tus hijos en herencia.

¡Infeliz! Pero no, que la clemencia
de aquel que con sus manos te ha formado,
a más de haber tu culpa perdonado,
de tu ser ennoblece la excelencia.

La Majestad terrible, inexorable,
al castigo del ángel delincuente,
te dio de su piedad prueba palpable.

Es así, pues el mismo Omnipotente
se vistió nuestra carne miserable,
y habitó con nosotros juntamente.


J. N. Mier y Altamirano
Diario de México, miércoles 25 de marzo de 1807.


El 25 de marzo, la Iglesia Católica celebra el día de la Anunciación o de la Encarnación del Divino Verbo, por estar ubicado a nueve meses del 25 de diciembre, o día de la Navidad. En 1807, ese día fue también Miércoles Santo, o miércoles de la Semana Santa. 

El licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano (1780-1845), además de abogado y juez, fue un poeta que publicó varios poemas y los firmó tanto con su nombre completo, como con las iniciales J. N. M. A., o con el anagrama Maromani Altieri.




10 de enero de 1807. Poema. Soneto de Juan Nepomuceno Mier y Altamirano publicado en el Diario de México.

Soneto.


Yo adoré a Celia, y Celia con traiciones
ofendió mi lealtad; rompió perjura
los lazos con que un tiempo la ternura
ligó nuestros amantes corazones.

De mi pecho en las dulces efusiones
idolatré de Lisis la hermosura;
pero ella siempre inexorable, y dura
despreció de mi amor las oblaciones.

La amistad, y la fe tal vez violaron
mis mejores amigos, y más gratos,
y todos sus deberes olvidaron:

Si así fueron burlados mis conatos,
y tales son los premios que alcanzaron:
mi destino es amar a los ingratos.

Maromani Altieri. 
Diario de México, sábado 10 de enero de 1807. 


El licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano (1780-1845), además de abogado y juez, fue un poeta que publicó varios poemas y los firmó tanto con su nombre completo, como con las iniciales J. N. M. A., o con el anagrama Maromani Altieri.




7 de abril de 1806. Poema. Soneto de Juan Nepomuceno Mier y Altamirano dedicado a su amigo Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera (Barueq).

Soneto dedicado al Caballero Barueq. *


Cuando al suelo Minerva descendía,
Tomando por disfraz un rostro humano,
El grave aspecto de un maduro anciano
A su deidad de velo la servía:

Así al hijo de Ulises conducía,
Formando su razón desde temprano,
Para que los cultivos de su mano
Diesen frutos de honor en algún día.

Mudó de parecer la sabia Diosa,
Ni arada frente, ni nevada cana
Ocultan ya su ciencia luminosa:

Para instrucción de la niñez indiana
En la forma de un Joven vigorosa
Convierte su belleza soberana.

J. N. M. A. 
Diario de México, lunes 7 de abril de 1806.

*Barueq era uno de los pseudónimos o anagramas del licenciado Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera (1779-1840), quien, como Juan Nepomuceno Mier y Altamirano, también era oriundo de Querétaro, había estudiado derecho a la Ciudad de México, y había logrado que varios de sus escritos fueran publicados en el Diario de México, incluida su Anecdota Moral, publicada el 6 y 7 de enero de ese 1806.

El licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano (1780-1845), además de abogado y juez, fue un poeta que publicó varios poemas y los firmó tanto con su nombre completo, como con las iniciales J. N. M. A., o con el anagrama Maromani Altieri.




jueves, 7 de septiembre de 2023

1836. El Lic. Juan Nepomuceno Mier y Altamirano realiza diligencias para resolver disputa entre Nuevo León y Tamaulipas.

1836. El licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano realiza diligencias para resolver disputa entre Nuevo León y Tamaulipas, específicamente entre los municipios de Mier y Noriega y Zaragoza, por parte de Nuevo León, y Bustamante y la Miquihuana, por parte de Tamaulipas, sobre la posesión y respectiva contribución económica de los ranchos La Pendencia, La Cardona, La Perdida, Medina, San Cayetano, Promontorio y la Verde. Esto se indicó en la memoria o informe al congreso local por parte del gobernador de Nuevo León, Genaro Garza García, el 10 de agosto de 1879. 

En la misma memoria, se menciona que, ante este litigio, la Suprema Corte de Justicia del país dispuso que el entonces juez de distrito de San Luis Potosí, licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano fuera quien realizara los trámites necesarios, o diligencias, para resolver las diferencias, y por ello estuvo en la localidad de San Antonio de Medina (luego llamada Mier y Noriega) para recibir las pruebas de las diferentes partes. Al final, la sala tercera de la corte pronunció una ejecutoria en favor de Nuevo León, por la cual el 21 d emayo de 1845, el gobierno de Tamaulipas consitió en que Nuevo León cobrara las contribuciones. Sin embargo, en la misma memoria se señala que para 1879 los conflictos por esos terrenos había resurgido.

Fuente: Garza García, Genaro, 1879, Memoria que el licenciado Genaro Garza García gobernador constitucional del estado de Nuevo León presenta al Soberano Congreso del mismo sobre el estado de los ramos de la administración pública. Consultado en: el  http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080043643/1080043643_04.pdf



miércoles, 16 de agosto de 2023

24 de julio de 1823. Juan Nepomuceno Mier y Altamirano es admitido en el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México.

24 de julio de 1823. Juan Nepomuceno Mier y Altamirano es admitido en el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México. Su fecha de matriculación se consignó con el de la memorable junta general del colegio del 24 de julio de 1823 en la que se eliminó el requisito de «limpieza de sangre».  

El detalle de este evento puede encontrarse en el artículo titulado De real a nacional: El Ilustre Colegio de Abogados de México, escrito por Alejandro Mayagoitia y Hagelsten y publicado en 1998 en el volumen de los Cuadernos del Instituto de Investigaciones Jurídicas, (de la UNAM), titulado La supervivencia del derecho español en hispanoamérica durante la época independiente.

Ahí se puede leer textualmente lo siguiente:

La última información a la antigua en el Colegio, es decir de limpieza de sangre, fue la de D. Manuel Díez de Bonilla que se inició en 1822. El parteaguas en esta materia fue la información de limpieza del licenciado D. Juan Nepomuceno de Mier y Altamirano, quien provenía de una familia distinguida y condecorada de Querétaro. Inició el trámite de su matrícula en marzo de 1823 y entonces solicitó, con bastante justificación, que se le incorporase desde luego y se le diese un plazo para someter a la junta los documentos del estatuto. Quien hizo las veces de promotor fiscal fue el conocido D. Juan Wenceslao Sánchez de la Barquera quien en un largo escrito dirigido al vicerrector Torres y Cataño y fechado el 30 de abril siguiente, opinó que debía concederse la gracia solicitada ya que los estatutos «...fueron dictadas en época en que los privilegios exclusivos y las distinciones parciales de las corporaciones de la sociedad se apoyaban más bien en la sangre y nobleza hereditaria que en las virtudes y mérito personal de los ciudadanos; hoy con otras luces más justas y benéficas, un cuerpo de sabios como el nuestro parece que debe ser el primero en modificar aquellas restricciones góticas». Además, el pretendiente bien merecía la benevolencia del Colegio por la notoriedad de sus buenas prendas personales como familiares. El asunto era espinoso porque, evidentemente, la junta menor no podía acceder sin más porque ello significaría la derogación de los estatutos, además, Mier quería que la junta general conociera de su problema. Por ello se nombró una comisión que estudiara el punto formada por D. Antonio Ignacio López Matoso, D. José Ma. de Garayalde y D. José Ma. Aguilar y López. Estos caballeros, el 23 de julio, produjeron dos escritos, el primero firmado por Matoso y Garayalde y el segundo, un voto particular, por Aguilar. Para la mayoría de la comisión era claro que el estatuto de limpieza era enteramente opuesto al nuevo orden de cosas. Que dado que el interesado no podía ocurrir, como antes a la Audiencia, podía hacerlo a la junta general y que ésta, siendo extraordinaria, tenía facultades para oír y resolver el problema. Además, el estatuto de limpieza, sino estaba derogado desde la consumación de la independencia, lo estaba con el establecimiento de la república «...porque todas las leyes, estatutos y aun la constitución española están vigentes en todo lo que no se oponga a nuestro actual sistema liberal, franco y muy distante de las ranciedades de fantásticos blasones, pintadas alcurnias y plumados morriones, signos indelebles del servilismo. La virtud, el mérito, la aptitud, la utilidad y buenos servicios a la sociedad y la adhesión a nuestro gobierno deben ser, y no otros, los caracteres que deben buscarse en un republicano dentro de su profesión, ejercicio o arte». La mayoría de la comisión sugirió, entre otras cosas, dar a Mier seis meses para traer las partidas y que mientras se le admitiera en el Colegio; que se nombrara una comisión para reformar los estatutos, que vistos éstos por la junta, se diera cuenta de lo hecho al Congreso General y que mientras, las pruebas se contrajeran a la cristiandad y goce de los derechos ciudadanos del pretendiente comprobados con los documentos que estimara pertinentes la junta; y, también, que se reformara el juramento de matrícula. El licenciado Aguilar se adhirió a las propuestas de la mayoría pero estaba en desacuerdo con que el estatuto hubiera sido derogado por el sistema imperante. Quizá en la mente de nuestro letrado estaba el que sólo el cuerpo podía derogar sus propias normas y que cualesquiera que fueran los acontecimientos del día, la prudencia así como las formas del derecho, hacían ineludible el que el Colegio se impusiera de las circunstancias y, si lo juzgaba necesario, reformase sus estatutos. Sea como fuere, la junta general que acabó con la limpieza se celebró el 24 de julio. Cinco días después se concedió la matriculación a Mier en los términos sugeridos por la comisión: se rindieron en México el 16 de agosto las testimoniales ----sólo seis declaraciones al tenor de la reforma---- y no se exhibieron las partidas. Los letrados encargados del expediente repitieron la opinión que había expresado antes Barquera; éste volvió a presentar, el 13 de septiembre al rector su sentir favorable sobre la matriculación de Mier ya que «En todo las hallo [las informaciones] conformes a las últimas determinaciones de la junta general, que según lo ocurrido en el Soberano Congreso sobre la abolición de nuestros privilegios de matrícula, se halla el ciudadano Altamirano en el caso de haber excedido a lo que se le exigió, sin prescindir del objeto que podría mirar hoy con indiferencia, según las últimas resoluciones del Congreso, sean cuales fuesen las facultades que haya tenido para ello». Al fin el licenciado Mier y Altamirano fue admitido y en la lista de miembros del Colegio del año 1824, la fecha que se consigna de su matriculación es la misma de la memorable junta general: 24 de julio de 1823.

Lo que no se menciona en este escrito es que Mier y Altamirano fue bautizado primeramente como «hijo natural», dado que sus padres no estaban casados al momento de su nacimiento, en 1780, y hasta dieciocho años después, en 1798, fue reconocido ya como «hijo legítimo», cuando sus padres estaban ya casados (ver entrada: 26 de junio de 1780. Bautismo de Juan Nepomuceno Altamirano.). Tal vez esta fue una de las razones por las que Mier y Altamirano retrasó la entrega de su información.

Fuente: Mayagoitia y Hagelsten, Alejandro. (1998). De real a nacional: El Ilustre Colegio de Abogados de México, en U.N.A.M. Cuadernos del Instituto de Investigaciones Jurídicas:  La supervivencia del derecho español en hispanoamérica durante la época independiente. Consultado el 16 de agosto de 2023 en:  https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/133/19.pdf

sábado, 5 de agosto de 2023

12 de abril de 1834. El Fénix de la Libertad informa que el Lic. Mier y Altamirano no ganó el puesto de agente fiscal del juzgado de México, pues el nombrado fue Manuel Barrera y Troncoso.

12 de abril de 1834. El periódico El Fénix de la Libertad informa que don Manuel Barrera y Troncoso fue nombrado agente fiscal del juzgado de circuito de la ciudad de México, y por lo tanto el licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano no ganó ese puesto, por el que había competido, dentro de la terna que había sido propuesta eunos cuatro meses antes. Por ello, él seguiría un poco más en San Luis Potosí. La nota indica lo siguiente:

El excelentísimo señor vice presidente ha nombrado agente fiscal del juzgado de circuito, residente en esta capital, al licenciado don Manuel Barrera y Troncoso, oficial mayor de una de las secretarías de la alta corte de justicia. La terna era compuesta por los señores Altamirano, Piña y Barrera, presentados en el orden que expresamos.