Si el honor y la gloria son la justa recompensa de las bellas acciones, el hombre benéfico, compasivo, vivamente sensible a las desgracias de sus semejantes, y pronto a remediarlas, es sin duda digno de nuestros eternos elogios. He aquí un un retrato fiel del difunto canónigo Dr. y Mtro. Don Juan Bruno. Las lágrimas de una multitud de pobres, entre quienes distribuía generosamente sus cuantiosas rentas, privándose muchas veces aun de lo necesario, para el esplendor de su carácter, serán en todos tiempos un ilustre testimonio de su inagotable beneficencia. El necesitado, el huérfano y la viuda encontraron siempre en su tierno y caritativo corazón un hermano, un padre y un esposo que consolaba sus miserias. Bajo esta idea ofrezco a usted, señor editor, ese epitafio, que supongo grabado sobre el mármol que cubre sus respetables cenizas.Epitaphium.
Quaeritis? En Fratis, Sponsi, tenerique parentistristes exuvias, urna sed una tegit.In miseros uno tales sub pectore junxitaffectus pietas: Hic BRUNO nempé faces.Versión¿Deseas saber, piadoso caminante,qué contiene ese túmulo funesto?De un tierno padre, de un esposo amante,y de un hermano el miserable resto:tal conjunto de afectos, es constante,que en solo un corazón estaba puestoen favor del más pobre y desvalido...Yace aquí BRUNO a polvo reducido.Maromani Altieri.Diario de México, jueves 7 de mayo de 1807.
Epitafio en honor al canónigo, doctor y maestro, Juan Antonio Bruno, dignidad de maestreescuela de la Santa Iglesia Metropolitana y carcelario de la Real Universidad, fallecido antes de cumplir 61 años, el 23 de abril de 1807.