9 de julio de 1834. El licenciado Juan Nepomuceno Mier y Altamirano expone al ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos las ocurrencias sobre los ultrajes hechos a su empleo y persona a partir del 29 de junio de ese año.
Comunicación del juez de Distrito de San Luis Potosí sobre la persecución y otros atentados cometidos contra su persona en aquella capital
N. 245. El juez de dicho expone las ocurrencias sobre los ultrajes hechos a su empleo y persona (p. 181-183).
(Mándese al ministro de Relaciones para su conocimiento y providencias que correspondan, y avisándose al interesado dígaselo que use de su derecho donde corresponda para el recobro de lo que le extrajeron).
Juzgado de Distrito del estado de San Luis Potosí.
Excelentísimo señor ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos.
Excelentísimo señor:
Por interesarse no tanto mis individuales y más preciosos dineros, cuánto el decoro de ese supremo gobierno y del empleo constitucional [del] que obtengo objetos demasiado respetables y que fueron indignamente ultrajados, he creído de mi deber elevar al conocimiento de vuestra excelencia, para que se digne hacer lo mismo respecto del excelentísimo señor presidente las ocurrencias relativas a mi persona en los últimos días del mes próximo pasado.
A consecuencia de haber salido a luz pública y llegado a esta ciudad en el Telégrafo del día 17 de junio, n. 70, la contestación que tuve el honor de dirigir a vuestra excelencia a la circular del mismo y a la exposición que con igual fecha hizo el señor presidente, se irritaron los ánimos de los partidarios enemigos del orden y de este mismo supremo gobierno, al que habían desconocido. Se formó un conciliábulo según he llegado a entender en el que concurrían el ex gobernador don Vicente Romero, algunos diputados, sus satélites y el prefecto de este departamento. Su designio fue seguramente el de ultrajarme de un modo escandaloso y que según yo hasta dónde hubiera llegado su encarnisamiento. Uno de aquellos legisladores conocido poco tiempo hace con el nombre de don Juan José Villanueva tomó a su cargo la comisión de aprehenderme en mi propia habitación, como sus miras eran sin duda las de hacer más visible el atropellamiento de mi persona, de mi familia y casa, se presentó el día 29 del repetido mes próximo anterior, a la hora del mediodía, llevando consigo algunos cívicos armados. Poco antes había salido yo de aquella y al regresar (serían las doce y media) un honrado vecino me salió al encuentro comunicándome lo que había observado y lo que presagiaba todo aquel aparato. Tomé al momento otro camino y, a pesar del espionaje, conseguí sustraerme de tan atroz persecución. Encontré luego, en casa de un amigo generoso, un pronto asilo, de dónde pasé al que franqueó un virtuoso eclesiástico. El diputado que hacía de centinela, y que se mantuvo algunas horas esperando mi vuelta, habiendo desesperado de lograr mi aprehensión pasó a una caballeriza que estaba a poca distancia de la casa de mi morada, y por sus propias manos desató una yegua de buena raza con su cría, tan luego como supo que eran de mi propiedad y se apoderó de ambas bestias, sin saberse el destino que les daría. Repartió sus espías por varias partes y por los suburbio esta capital; pero afortunadamente permanecí oculto a sus pesquisas y no pude salir al público sino hasta después de haber entrado en esta ciudad el ejército que manda en jefe el excelentísimo señor don Luis Cortazar.
Dejo a la alta penetración de vuestra excelencia el cúmulo de atentados que envuelven tales procedimientos: consternación, sobresaltos y fundados temores en que estaba yo sumergido al contemplar el desamparo de mi inocente familia en días tan críticos en que se aumentaba el furor de mis perseguidores, y en que amenazaba un sangriento sitio a toda la ciudad. Siendo, como dije al principio, tales violencias ofensivas directamente al supremo gobierno, no dudo que el excelentísimo señor presidente, cuyo celo por el honor nacional y en favor de nuestras instituciones políticas ha brillado con pasmo de sus mismos enemigos, dictará las providencias convenientes en desagravio del decoro de mi empleo y personales ultrajes.
Tenga vuestra excelencia la dignación de interponer al mismo oficio su poderoso influjo, y de aceptar los sentimientos de mi más alta consideración y profundo respeto.
Dios y libertad.
San Luis Potosí, julio 9 de 1834.
Fuente: Archivo General de la Nación (AGN) / Instituciones Gubernamentales: época moderna y contemporánea / Administración Pública Federal S. XIX / Justicia / Justicia (118). / Contenedor 013 / Volumen 63 / Título: Expediente 16 / Fecha(s): 1834 / Nivel de descripción: Unidad documental compuesta (Expediente) / Volumen y soporte: Fojas: 180 - 184 / Productores: ND / Alcance y contenido: San Luis Potosí, México. Comunicación del juez de Distrito de San Luis Potosí sobre la persecución y otros atentados cometidos contra su persona en aquella capital.